Los golpistas hondureños vencieron la primera batalla.
A fuerza de las armas y de los palos.
La represión a los partidarios del presidente depuesto de Honduras Manuel Zelaya fue contundente.
El avión que lo llevó de retorno a su país no pudo aterrizar, debido a que Micheletti, el presidente golpista ordenó que el ejercito y la policía ocupasen la pista del aeropuerto.
Lo que extraña es que si Zelaya tiene cuentas a rendir, ¿por qué no lo dejaron que arribe, le comunicaron sus acusaciones y le permitieron que rinda esas cuentas?
Al final, un presidente puede nomás ser procesado y pedir su destitución por vías legales.
Pero no creo que sea ese el objetivo de los golpistas.
Lo que quieren Micheletti y Cia es defender sus riquezas acumuladas durante muchos años por la oligarquía, duramente blindada por las Fuerzas Armadas, cuyos jefes forman parte de las logias que controlan la vida de ese país, castigado por la pobreza y la ignorancia.
Obvio está que esos sectores que controlaban la política hondureña fueron sorprendidos con la subida al poder de Zelaya, que poco a poco fue conquistando el apoyo de los marginados, o sea de la mayoría de la población.
Pocas personas hondureñas, no quieren que se repita la experiencia de Bolivia y Venezuela.
Ciertamente, van a defender con uñas y dientes sus riquezas.
Creo que apenas está comenzando un episodio que podrá cobrar vidas en Honduras.
Como dije anteriormente, la lucha de clases en América Latina está cada vez más candente.
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